"Ahora ya no me queda nadie más que tú a quien querer. Pero ¿quién eres tú para mí, tú que no me has conocido nunca, que pasas a mi lado como si pasaras junto a un riachuelo, que me pisas como a una piedra, que siempre sigues adelante y me dejas en la eterna espera?"
Carta de una desconocida (1922) es una brevísima novela, escrita a modo de una epístola que recibe un escritor en su cumpleaños, sin remitente. Un manuscrito de 25 páginas en el interior de un sobre, en el que una muerta se dirige a él para explicar una existencia que ha estado incurablemente ligada a la de él sin que éste lo supiera.
La epístola, sin embargo, descubrimos que no es en absoluto la de una desconocida. Esta mujer que escribe, cuyo nombre nunca conocemos, describe su existencia como una profundamente ligada por el amor a la de su destinatario. Parte de una admiración infantil desbocada que se transforma en un amor adulto, monumental, pesado, rozando en lo destructivo.
Es el retrato de un terrible amor unilateral, un amor decididamente entregado de una amante que se declara amante y dedica su vida entera a dicha empresa, pero este enorme amor que construye, alimenta y cuida, nunca es reconocido. La terrible tragedia de nuestra narradora es esa: que aún pidiéndolo a gritos, nunca, en esa empresa de amor que es su vida, es reconocida. Está condenada a ser leída como una desconocida, aún sin nunca haberlo sido.
"No te culpo, te quiero tal como eres, ardiente y distraido, olvidadizo, entregado e infiel, te quiero así, sólo así, como siempre has sido y como aún eres."
La mirada que no reconoce, el coqueteo que juega al amor pero no se compromete con él, la diversión pasajera enfrentada a la seriedad pesada y profunda de un amor comprometido y entregado, el sacrificio de una mujer decidida a amar... hacen de esta confesión un relato desgarrador y conmovedor, que fácilmente destruye cualquier día feliz en tan solo 65 páginas. Podéis conseguirlo aquÍ: Carta de una desconocida de Stefan Zweig.
Laura (Lippert), o Mashenka.
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