
An english autumn por Ford Madox Brown
Hace algo más de un año, en nuestro Club de Literatura rusa estuvimos hablando de Pushkin y de La Dama de Picas (podéis ver el vídeo aquí), hoy, recordamos el escritor ruso, cuyo cumpleaños da fecha al Día de la Lengua Rusa, por su predilección hacia un mes que ya está acabando, octubre...

Como dice John Banville (o más bien, su protagonista) en El mar (libro por el que ganó el premio Booker en 2005):
Con qué ferocidad sopla hoy el viento, golpeando con sus grandes puños suaves e inútiles los cristales de la ventana. Es la clase de tiempo otoñal, tempestuoso y despejado, que siempre me ha encantado. El otoño me resulta estimulante, al igual que se supone que la primavera lo es para los demás. El otoño es época de trabajar, en eso coincido con Pushkin. Oh, sí, Alexandr y yo, los dos octubristas.
Claro que, tanto Banville (o Max, en la novela) como Pushkin, cuando hablaban de trabajar, se referían a escribir, a crear gracias al efecto estimulante que este mes ejercía sobre ellos, algo relacionado, probablemente, con el cambio de estación, la llegada del gris y del ocre, y el recogimiento al que nos aboca el frío y la lluvia.
Empecé a leer a Banville por el final, que además era un principio sin yo saberlo.
Leí Las singularidades, su último libro, donde reúne a los personajes de sus novelas anteriores «Nunca podré volver a escribir un libro así (...) es como todos mis libros unidos en uno», declaró.
Ahora me propongo leer el resto de sus libros y reconocer en ellos a quienes leí antes de tiempo.
En El mar, le dedica alguna cita más al otoño, os la comparto, y con ella y un poema de Pushkin me despido:
Qué pequeño recipiente de tristeza somos, navegando en este apagado silencio a través de la oscuridad del otoño.

El cantor
¿Echasteis la voz nocturna junto al soto
del cantor del amor, del cantor de su pena?
en la hora matutina, cuando callan los campos
y el son triste y sencillo de la zampoña suena,
¿no la habéis escuchado?
¿Hallasteis en la yerma oscuridad boscosa
al cantor del amor, al cantor de su pena?
¿Notasteis su sonrisa, la huella de su llanto,
su apacible mirada, de melancolía llena?
¿No lo habéis encontrado?
¿Suspirasteis atentos a la voz apacible
del cantor del amor, del cantor de su pena?
Cuando visteis al joven en medio de los bosques,
al cruzar su mirada sin brillo con la vuestra,
¿no habéis suspirado?
Traducción de Eduardo Alonso Duengo
Una octubrista más, Fígaro
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